sábado, 2 de julio de 2011

CAGLIOSTRO


Cagliostro, El Hombre Misterioso
Por Ralph M. Lewis

( El presente artículo se publicó en mayo de 1953 en el Rosicrucian Digest)

El Museo Farmacéutico de Basilea, Suiza, nos ha revelado muchas páginas del pasado por sus excepcionales exhibiciones y su ambiente tradicional. Sin embargo, quedaba desconocida una página de su historia. Precisamente habíamos terminado de inspeccionar con gran interés la reconstrucción en tamaño natural de un laboratorio alquímico, cuando al ir a retirarnos descubrimos a unos cuantos pasos de distancia un rótulo con información estupenda. Allí, a nuestra izquierda, estaba ese sencillo rótulo encima de la barandilla de una empinada escalera que conducía al subterráneo.

En idioma alemán, que es el de Basilea, podía leerse esto: “Cagliostro machte hier das gold” (Aquí hacia oro Cagliostro).

Tal cosa era una declaración positiva de lo que realizaba el misterioso Cagliostro. No era la afirmación de un romántico o de alguien que tratara de estimular su imaginación embelleciendo hechos para halagar su fantasía. Era la declaración oficial de un instituto científico en una de las ciudades más grandes de la progresista Suiza.

Con gran excitación escudriñamos a través de la reja procurando ver hasta el final de la escalera entre las densas tinieblas de aquel sótano. Apenas si podíamos distinguir la vieja cámara, parcialmente subterránea, que había usado el famoso Cagliostro durante su permanencia en Basilea. En este lugar, como lo había hecho en Francia, produjo oro con su método de transmutación. Las autoridades del instituto al parecer no disputaban el hecho que allí se proclamaba. Por alguna circunstancia especial, una rama de la alquimia, la moderna farmacia, había erigido su museo junto al mismo edificio en que había laborado uno de sus primeros predecesores.

La fabricación de oro en Basilea, Suiza, fue uno de los eventos conclusivos en la vida de ése hombre, aunque el hecho parezca una novela fantástica. En realidad, su vida ha estado rodeada de fantasía.

Alejandro de Cagliostro nació en Palermo, Sicilia, en 1743. La mayoría de sus primeros biógrafos afirmaron que su nombre era José Bálsamo. Esas biografías, sin embargo, se basaron principalmente en el elaborado relato de un biógrafo italiano influenciado por la inspiración papal. Hay razones para creer que tal historia fue una fabricación de mendaces versiones con intención de rebajar el carácter de este hombre. A esa información errónea se añadieron las supuestas memorias de Cagliostro. Consideradas ahora espurias por varias autoridades literarias, esas memorias, a pesar de todo, han influenciado casi por dos siglos algunas enciclopedias y referencias históricas. Enciclopedias modernas, como la Británica y otras, aún perpetúan tales versiones.

Cagliostro viajó por Grecia, Egipto, Arabia, Persia, la isla de Rodas, y por toda Europa. Declaró con frecuencia que en Egipto se le había iniciado en las escuelas de misterios, confiriéndosele los ritos en la Gran Pirámide de Cheops y en los grandes Templos del Nilo. Relataba que mientras permaneció en Egipto le fue impartida la gran gnosis o sabiduría de los antiguos egipcios.

Que era muy docto y que poseía conocimientos nada comunes, lo reconocen aún sus falsos biógrafos. En la isla de Rodas estudió alquimia y las ciencias ocultas de los griegos. También se le hizo miembro de la Orden Maltesa. Por su amistad con el Gran Maestro de esa Orden fue presentado más tarde a muchas familias prominentes de Roma. Volvió nuevamente a Europa y visitó algunas de sus capitales. Su fama como alquimista, rosacruz, filósofo y curandero, se esparció ampliamente. Los biógrafos, refiriéndose a él como a José Bálsamo, lo han presentado como un charlatán y un pícaro despreciable. Había tal diferencia entre los dos caracteres, que casi resulta obvio que eran dos hombres diferentes y no un hombre que tenía dos nombres.

En su temprana vida, según sus biógrafos, Cagliostro fue perverso y extremadamente inmoral. No obstante, al relatar sus años posteriores en Paris y en Estrasburgo, los biógrafos de Cagliostro, con raras excepciones, aun cuando pretenden rebajarlo más, no pueden impedir que se trasluzca una oculta corriente de admiración por sus poderes y actos milagrosos. Es decir, a través de las difamaciones se percibe su secreto asombro por los hechos de este hombre y la duda en los primeros comentarios.

Mencionaremos a Waite, como ejemplo de esto, en su corto bosquejo sobre la vida de Cagliostro, a quien señala como a José Bálsamo, según lo hicieron también otros, que cita profusamente partes de lo que escribió el biógrafo italiano. Luego, como si repentinamente cayera en cuenta de la incongruencia resultante al exponer indistintamente actos morales e inmorales atribuidos por igual al hombre de su reseña, dice: “Sin embargo, la veracidad de este
relato no está exenta de sospecha”.


Demostraciones de Fenómenos

Cagliostro entró triunfante a la ciudad de Estrasburgo. Versiones diferentes sobre esto concuerdan en que multitud de personas enfermas, que habían tenido noticia de sus poderes curativos, ansiaban su entrada triunfal y esperaban recibir sus tratamientos.

“El famoso curandero entró y los curó a todos; a algunos simplemente con tocarlos, a otros aparentemente de palabra o por gratificación monetaria y al resto por su panacea universal (medicina especialmente preparada)”

En camino a su alojamiento en Estrasburgo, donde se habían congregado los enfermos, “Cagliostro fue unánimemente aclamado a su llegada, acompañándole luego la inmensa muchedumbre hasta las puertas de la magnífica vivienda que se le había preparado.” Las demostraciones que hacía el Adepto de los fenómenos ocultos asombraban a la gente por doquiera que iba. Su capacidad llegaba a manifestar objetos que ordinariamente no eran visibles a los espectadores, así como a hacerse visible simultáneamente en dos lugares, según se dice. Tales demostraciones de su poder no sólo tenían lugar ante las masas crédulas e ignorantes. Muchas personas ilustradas y versadas en ciencias también se hallaban presentes en esas ocasiones. Como admite casi a la fuerza uno de sus biógrafos: “Los testimonios contemporáneos aceptan que estas manifestaciones eran en lo general genuinas y que apenas si cabría ligera duda respecto a sus dotes mesmerianas”

Dicho de otra manera, el biógrafo intenta hacer creer al lector que Cagliostro usaba el mesmerismo (hipnosis) con todos aquellos que se presentaban ante él, engañándoles al hacerles pensar lo que ellos relataban de sus poderes. A la inversa, no obstante, el biógrafo impugna en otra parte como fraudulentos los poderes de Cagliostro. Ciertamente, si poseía tales poderes de pensamiento sobre la mente de su audiencia como para hacerles ver o creer que veían, lo que después ellos relataban, resulta entonces evidente que no estaba tan desprovisto de cierta extraña eficiencia.

Nos dicen sus mismos críticos que “visitaba a los enfermos en los hospitales que deferentemente participaba en las actividades de los doctores que estaban de turno, que emitía prudentemente sus opiniones no condenando los antiguos métodos sino tratando de unir la nueva ciencia con la que se basaba en la experiencia.”

¿Nos es dable preguntar cómo puede reconciliarse la cita anterior con el carácter de Bálsamo? ¿Sería capaz un hombre reputado como truhán, cruel, fraudulento y falto en realidad de conocimientos terapéuticos, de los actos mencionados? Por una parte se dice que participaba en el trabajo de reconocidos médicos en los hospitales. Aún más, no condenaba los métodos científicos del día; trataba, más bien, de integrar sus propias artes a las de los doctores. Es también de notarse que no era repudiado por los médicos, pues le permitían participar en las curaciones de los hospitales. Así, pues, no eran éstas las acciones de un farsante, o de alguien a quien se tuviera como impostor. De hecho, los críticos admiten esto después: “Se citaban curaciones nunca antes realizadas y operaciones alquímicas que aún sobrepasaban las supuestas posibilidades del arte de transmutación.”


Genio o Impostor

El Conde Cagliostro entró en Paris en 1771. “Asumió el papel de mago práctico y asombró a la ciudad con evocaciones de fantasmas que hacía aparecer a voluntad del solicitante, ya fuera en un espejo o en un vaso de agua clara. Dichos fantasmas tanto representaban muertos como vivos, y siendo al parecer imposible una confabulación o complot ocasional, a más de que la teoría de coincidencias resulta aquí absurda, hay razón para suponer que producía resultados que a veces a él mismo le maravillaban.” Hubiera sido mejor que el biógrafo dijera que él era el asombrado y no Cagliostro. Es evidente que tratando de insinuar, como lo hacía, que había fraude en tales casos, el biógrafo no pudo encontrar ninguno y así admitiera que eran fenómenos inexplicables y sorprendentes. Recordemos que casi todos esos biógrafos han elegido como su tema principal que Cagliostro era un charlatán y que con frecuencia ellos mismos han hallado difícil sostener tal teoría.

Luis XVI de Francia llegó a tomarle afición después de tener con él algunas audiencias privadas. Tan sinceramente convencido estaba el rey de que era un genio y un filósofo alquímico notable, que lanzó un decreto diciendo que se consideraría reo de traición a todo aquel que injuriase a Cagliostro. Esto implicaba el patrocinio de la Corona. Como resultado, la aceptación que le otorgó la Corona fue para él un “ábrete sésamo” que le franqueó la entrada a
los altos círculos sociales de Francia. A pesar de ello, uno de los biógrafos que refiere esto intercala relatos de libertinaje presumiblemente cometidos por Cagliostro en el templo erigido en la espléndida mansión de la calle St. Cloud, en París. Ese edificio aún existe, y uno de los miembros de la Expedición Fotográfica de AMORC, tomó una vista de dicho lugar que no hace mucho fue publicada en esta revista.

La formación que Cagliostro llevó a cabo de una logia de la Masonería Egipcia en Paris, los ritos Rosacruces que confirió, las ceremonias místicas sus curaciones fabulosas y sus demostraciones de poderes ocultos, fueron preocupaciones de no escasa proporción para la Iglesia Católica Romana. La gente mostraba adoración por él desde la más encumbrada clase social hasta la más humilde. Su generosidad hacia los pobres, sus patentes sacrificios personales y su caridad, tanto como la estima moral en que se le tenía, eran motivos de rivalidad que difícilmente podía soportar la Iglesia. Los relatos sobre la vida licenciosa que más tarde le atribuyeron sus biógrafos, no concuerdan con la manera en que fue reverenciado por todas las clases sociales.

Extraño como parezca, Cagliostro llegó a ser íntimo amigo del Cardenal de Ruán. Quizá fue éste uno de sus más fatales errores. Se nos dice que en corto tiempo su celebridad se elevó a la mayor altura por la curación milagrosa del Príncipe de Soubise, hermano del Cardenal de Ruán, que a la sazón sufría un ataque de fiebre escarlatina. Desde ese momento, retrato del Adepto aparecía en todo París. Cagliostro se vio complicado en el famoso asunto del “collar de diamantes” en el que era figura central el Cardenal de Ruán. Se había hecho creer al Cardenal, por medio de su amante, que María Antonieta estaba enamorada de él. El Cardenal compró el collar a un precio fabuloso para regalárselo a la Reina, pero no pudo efectuar el pago. Como ya
el Cardenal había sido expulsado por su conducta indebida, quizá tenía esperanzas de congraciarse nuevamente con la Corona. En el juicio que se le siguió a Cagliostro quedó exonerado de culpa por una defensa sin precedente. No obstante, fue encarcelado en la Bastilla “por otras razones,” como dice un biógrafo sin mayores explicaciones. Más tarde pudo escapar a Londres y mientras permanecía allí escribió sobre la corrupción que prevalecía en Francia y predijo la Revolución. Tanto la Inquisición como la Realeza le atacaron por esto, y finalmente encontró asilo en Basilea, Suiza.


Bajo Pena de Muerte

Fue en Basilea donde él y algunos de sus iniciados que le habían seguido hasta aquella ciudad continuaron sus investigaciones alquímicas en este mismo laboratorio subterráneo que ahora contemplábamos. Los seguidores de Cagliostro que permanecieron en Francia no lo abandonaron a su partida. Prosiguieron sus Logias Masónicas Egipcias y los Templos Rosacruces. Esto causó mayor agitación entre los prelados de la Iglesia Romana, pues la gente trataba ansiosamente de conocer el arte que había dado su poder a Cagliostro Más aún, el Cardenal de Ruán, que eventualmente fue absuelto, probablemente creyó que Cagliostro lo había implicado en el asunto del collar de diamantes exponiéndolo ante la opinión pública. Por lo menos, parece que el poder eclesiástico del Cardenal cayó sobre el místico alquimista.

De nuevo volvió Cagliostro a Roma. Los anteriores iniciados de sus Logias Rosacruces y Egipcias Masónicas le instaron a que fundara dichos organismos en aquella ciudad. Había pena de muerte por edicto papal para quien estableciera logias masónicas en Roma. Cagliostro siempre había manifestado absoluto valor en estos asuntos. Desafiando el edicto papal organizó la logia e inició a los ansiosos aspirantes que buscaban la Luz Mayor. Fue arrestado el 27 de Septiembre de 1789 por orden del Santo Oficio de la Iglesia de Roma. El biógrafo italiano que tanto ha vituperado a Cagliostro trató de mitigar la impresión histórica que dejaría la política dictatorial de la Iglesia en este asunto, declarando que las autoridades papales procuraron a Cagliostro un abogado “cuyos conocimientos y probidad eran unánimemente reconocidos.” Según las versiones propaladas, se le indujo a que, apoyándose en el consejo, más bien contra sus propios deseos, confesara odiosos crímenes, y también a que no negara rotundamente los muchos cargos que recaían sobre él. Se le aseguró que así tendría la lenidad de las autoridades papales y se le permitiría salir de Italia inmediatamente. Sin embargo el resultado del juicio fue que se pronunciara su pena de muerte.

Hubo indignación pública por el veredicto, y la sentencia fue más tarde conmutada por prisión perpetua en la fortaleza de San León. Es por demás extraño que aunque Cagliostro tenía comparativamente buena salud al ser sentenciado y durante su encarcelamiento muriera dos años más tarde cuando solo tenía cincuenta años de edad. La relación de su muerte siempre estuvo rodeada de misterio. Corrió la voz de que había tratado de estrangular a un sacerdote (a quién llamó para confesarse) y que fue muerto al tratar de escaparse. Otros decían que él mismo se había estrangulado.

Al ser arrestado se apoderó la Iglesia Romana de todos los manuscritos que él había preparado sobre su investigación alquímica. Se le incautaron sus libros de filosofía oculta y esotérica del Oriente que tan cuidadosamente había recopilado. También sus archivos Rosacruces y Masónicos quedaron confiscados por las autoridades eclesiásticas. Fue en estos dos años de prisión y justamente antes de que hallara muerte en la plenitud de su vida, cuando se dice que escribió sus memorias. Estas supuestas memorias, a las que no sobrevivió para negar o confirmar, refutaban todo lo enseñado, escrito o demostrado por él.

La esposa del Adepto fue también enjuiciada y “bajo el terror de la Inquisición”, se le obligó a menoscabar la elocuencia y dotes de Cagliostro tan reconocidas en toda Europa. A pesar de haberse intimidado a la esposa de Cagliostro (quién mas tarde fue confinada a un convento) insistió en que algunas de sus artes eran inexplicables y libres de todo lo que pudiera tildarse de perfidia. Ella declaró que “debían asistirle poderes de arte mágico”. Mas tarde, algunos batallones de revolucionarios franceses trataron de rescatar a Cagliostro del castillo donde estaba prisionero, mostrando el sentimiento de pública devoción que había para él en Francia. Se les dijo que había muerto.

Mientras contemplábamos el desván al final de aquella pronunciada escalera por dónde éste adepto y místico bajaba a sus labores, reflexionamos en que todas las vituperables y denigrantes versiones de las enciclopedias, de los bosquejos biográficos y de las historietas fantásticas escritas sobre Cagliostro, se habían basado principalmente en sus pretendidas memorias escritas cuando era prisionero papal.

El biógrafo italiano que escribió acerca de él, y a quien se ha copiado tan profusamente, obtuvo sus datos principales de dichas memorias y de los informes que la Iglesia Romana aseveró que se hallaban incluidos entre los papeles privados de Cagliostro que le habían sido expropiados. La literatura contemporánea hace aparecer tan descompuestos los frutos en la vida de este hombre, como las raíces que estas fuentes de información le han atribuido.

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