SÓCRATES
Y LA PRUDENCIA DEL DARSE CUENTA
Y LA PRUDENCIA DEL DARSE CUENTA
©Giuseppe Isgró C.
La sabiduría
de mayor calibre que puede alcanzar el ser humano es la conciencia de lo que se
ignora. Esa es la razón por la cual Sócrates era considerado, en su época, el
más sabio. Pero, recordemos que él se sorprendió cuando vino a conocimiento de
que la Pitia lo había calificado de esa manera.
Comenzó a
rememorar a todas aquellas personas a quienes consideraba más sabias que él y,
acto seguido, en compañía de sus discípulos, las va visitando una a una para
interrogarlas con su efectivo arte de preguntar, con el que lograba dar a luz
las ideas. Cual no sería su asombro, cuando a raíz de sus preguntas deja en
claro que ellas creían saber más de lo que realmente sabían. Se percató de que
quienes creían saber, en realidad no sabían y de que su fama trascendía su
verdadero conocimiento.
Sócrates
reflexionó: -“Esta gente cree que sabe cuando en realidad ignora. Yo, en
cambio, igualmente no sé, pero me doy cuenta de que no sé. La única razón que
pudo tener la Pitia para calificarme como el hombre más sabio es la de que yo
sé que no sé aquello que no sé”-
Sócrates se
dio cuenta de que la conciencia de la propia ignorancia es la mejor vía hacia
la sabiduría, es decir: el darse cuenta.
Darse
cuenta, por medio de la conciencia perceptiva, de la propia ignorancia,
conocida como la DOCTA IGNORANCIA, es el auténtico y único camino existente
hacia la sabiduría. Cómo se puede estudiar algo si se ignora lo que se necesita
aprender o de que tal conocimiento existe? Cómo se puede comer si no se tiene
hambre? La conciencia de la propia ignorancia es el hambre de la sabiduría. Y,
cuando se tiene apetito se quiere comer. Por supuesto, la cuestión del gusto y
la exigencia de la calidad del alimento es algo que se va perfeccionando
gradualmente, pero, esto es tema aparte.
Toda
conciencia de la propia ignorancia genera el conocimiento suficiente y
equivalente para transmutarla en sabiduría, comprensión, percepción y/o en
darse cuenta. Aporta la visión del líder: la que otorga el liderazgo
situacional y perdurable.
El mecanismo
que la mente -espíritu- utiliza es el de la pregunta, por ejemplo: el qué, el
cómo, el cuándo, el dónde, el quién, el cuánto y el por qué. Con estas
preguntas en la mente, la persona inicia la búsqueda a nivel de conciencia
objetiva, por medio de la lógica inductiva y deductiva, reflexionando y
discerniendo sobre el tema que constituye el objeto de la conciencia de la
propia ignorancia, por una parte; por la otra, comienza a preguntar a quienes
estima que pueden tener la respuesta o leyendo en la bibliografía existente
sobre la materia, hasta que, muchas veces, después de darse casi por vencido,
aflora un día la luz en la mente y de repente, la persona sabe lo que antes
ignoraba.
Toda la
variada búsqueda infructuosa que no le aportaba ninguna respuesta, sin embargo,
le ponía en conocimiento de lo que no era la verdad. Conocer lo que no es la
verdad, lo que no es justo, lo que no es hermoso, lo que no está bien, entre
otras cosas, es ya estar en posesión de la mitad de la verdad. La otra mitad se
deduce, o asimila, mediante un proceso que se denomina la eterna polarización,
por medio de la transmutación de un estado de conciencia a otro; de una
polaridad negativa a su opuesta positiva.
Así como
toda necesidad genera una fuerza motivadora-creadora equivalente para conducir
a la persona hasta el lugar en donde se encuentra la satisfacción de la misma,
de igual manera ocurre con la docta ignorancia. Pero, en ambos casos, en la
necesidad y en la ignorancia hay algo más de lo que aparentemente se ve. En la
necesidad, por ejemplo, se expresa en grado suficiente, el poder potencialmente
infinito del Espíritu, para conducirle al lugar en donde se encuentra su
satisfacción. Pero, -cómo adquiere conciencia de donde se encuentra ese lugar y
las respuestas a las demás preguntas relativas al qué, al cómo, al cuándo, al
quién, al cuánto y al por qué?
En el caso
del propio desconocimiento en relación a cualesquiera temas, o aspectos de la
realidad, -cómo percibe, el ser humano, la verdad cuando llega al límite de lo
conocido por él, por sus contemporáneos y cuando los libros antiguos y modernos
tampoco contienen la respuesta?
En esa
meditación constante, el espíritu trasciende la conciencia objetiva la cual se
encuentra limitada a los cinco sentidos sensoriales y a la capacidad de
razonamiento por medio de la lógica inductiva y deductiva. Pasa, entonces, a la
conciencia subjetiva, percibiendo, intuitivamente, la información que precisa,
leyéndola en el propio archivo espiritual registrado en el alma,
-peri-espíritu-, o en el archivo espiritual -alma- de cualquier espíritu
encarnado o que se encuentre en la dimensión espiritual, en este planeta o en
alguno de los incontables mundos del universo. Por medio de la lectura de
contenidos mentales -en sintonía según el grado de conciencia de la propia
ignorancia u objetivo de conocimiento-, percibe lo que precisa y lo transfiere
a la conciencia objetiva como percepción intuitiva. Se da cuenta, de repente,
de que le ha venido a la mente la idea correcta, esclarecedora de la verdad,
pero desconoce de dónde la ha tomado. Sabe, pero ignora como y porqué conoce.
Esto es
solamente la mitad del proceso: el conocimiento por percepción intuitiva,
utilizando la facultad de proyección espiritual, la cual le permite al espíritu
-por la elasticidad de su alma o hilo de plata- trasladarse a la velocidad del
pensamiento a cualquier lugar en que se encuentre la información que busca:
que, como hemos dicho, puede encontrarse en el propio archivo espiritual, o, en
cualquier lugar de este planeta o de los incontables mundos del universo, y,
por qué no?, en la mente del Ser Universal, a la cual accede por medio de la
conexión espiritual con Él.
La otra
vertiente es la INSPIRACIÓN. Los seres que conforman la ecología mental, a
nivel de encarnados, en la dimensión física, o emancipados de la materia, en la
espiritual, comunican, por el pensamiento, contenidos mentales que la persona
percibe como suyos, pero que no los son, y constituyen la cooperación que por
afinidad -cuando se trata de contenidos acordes con la verdad- que aportan los
amigos espirituales o los respectivos instructores del planeta de turno en que
se vive, ya que el proceso es idéntico en cualquier mundo del universo. También
lo es en cada uno de los cuatro reinos naturales, por cuanto la ley cósmica que
rige todo, es una.
Pero, hay
algo más, el auténtico maestro es el Ser Universal, quien se expresa en la
propia conciencia por medio de los sentimientos análogos a los valores universales
o atributos divinos, que, en cada caso se precisa, por ejemplo: el sentimiento
del bien o del mal, de lo justo o de lo injusto, de lo bello o de lo feo, y así
ad infinitum.
La
conciencia de lo que se ignora -y se desea conocer-, conecta con la fuente
donde se encuentra el conocimiento precisado, en grado equivalente, y aporta la
percepción intuitiva, o inspirativa, por cualquiera de las vías mencionadas u
otros canales.
El poder
potencialmente infinito del espíritu se expresa en grado proporcional a la
necesidad para satisfacerla. Si no hubiese necesidad dejaría de expresarse el
poder creador. Si se careciese de la consciencia de la propia ignorancia,
quedaría sin manifestarse la sabiduría mayor, ya que ni siquiera la buscaría y,
en el caso de percibirla, hará caso omiso de ella, desestimando la importancia
que merece; es decir: le pasaría desapercibida, y aunque le ofreciesen el
conocimiento en bandeja de plata, lo arrojaría al fango, al igual que el cerdo
con las perlas a las que aludía el hermano de Nazareth.
Las dos
potencias mayores del universo las constituyen el poder creador potencialmente
infinito y la sabiduría de los valores universales. Al primero, lo expresan las
necesidades y la programación de los propios objetivos, o propósitos, y el
deber. A la segunda, la conciencia de la propia ignorancia. Por esta última
característica, Sócrates era considerado el más sabio, y desde el siglo IV
antes de nuestra era, se le admira como uno de los hombres más singulares del
planeta tierra. Adelante.
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