miércoles, 20 de julio de 2011

MARSILIO FICINO, TEOLOGÍA PLATÓNICA



TEOLOGÍA PLATÓNICA

Autor: MARSILIO FICINO
Uno de los exponentes relevantes del Humanismo
en el Renacimiento.
Versión castellana: Giuseppe Isgró C.

LIBRO SEGUNDO

CAPÍTULO I


UNIDAD, VERDAD, BONDAD SE IDENTIFICAN
Y POR ENCIMA DE ELLAS NADA EXISTE (1).

Hemos demostrado, precedentemente, con tres argumentaciones diversas, que por encima del Espíritu puro –o Maestro de la Creación- existe algo, y hemos, también, demostrado que este ente superior es, en primer lugar, simplísima unidad; en segundo lugar: verdad, y en tercer lugar: bondad.

Ahora, estas tres entidades no son más que una única entidad; de hecho, suma unidad no es otra cosa que suma simplicidad y por esta simplicidad de lo uno cada ente que sea tal es puro y verdadero, y como el vino es verdadero por el solo hecho de que sea vino puro (2), de esta manera la verdad de las cosas consiste en su simple unidad. Y gracias a tal simple y pura unidad cada cosa es buena. Cada cosa, en efectos, está en buenas condiciones aún cuando se encuentra unida a sí misma y a su principio, se mantiene pura y no se mezcla con elementos impuros. Y sobre el plano del mundo la unidad de las cosas, su verdad y su bondad se identifican; es obvio, por lo tanto, que por encima de tal plano se encuentre el principio primero, igualmente en sí mismo uno, verdadero y bueno. Y que en estas tres características consista el principio de todas las cosas lo prueba el hecho de que los vestigios de la unidad, de la verdad y de la bondad se pueden descubrir en todas las cosas, casi de ellas cada cosa sea emanada, y del hecho de que cada cosa tiende a la verdad, a la bondad y a la unidad, mirando a un retorno a su propio principio. Todas las cosas son, de hecho, de la unidad, de la verdad y de la bondad y participes y ávidas. Pero, por encima de la unidad nada más existe, por el hecho de que nada hay más potente que la unidad cuando es, por lo mismo, la unidad que confiere a cada cosa la perfección y su potencia.

Que, aún cuando se quisiera sostener de haber algo más por encima de ella, se derivarían, inmediatamente, dos consecuencias absurdas: si la unidad es subordinada a algún principio superior sin duda es de tal superior principio partícipe, donde aquella unidad no es más ella misma unidad –de hecho, aquel que es inferior deriva siempre por alguna parte de los entes superiores de los cuales procede- pero, alguna cosa compuesta de la unidad y de una fuerza recibida de un plano superior, es decir, no es más una unidad sino una multiplicidad. En segundo lugar, lo que se propone a la unidad no podrá ser participe de alguna unidad en cuanto un principio superior no recibe nada que concierna a su naturaleza de alguna cosa que le sea inferior. De donde, o tal principio superior no será que una nada o será una multiplicidad, privada de una cualquiera unión de sus partes, ninguna de las cuales podrá ser una unidad: ni toda aquella multiplicidad será reducible a una unidad, ni en esa se podrá encontrar comunión alguna de las partes entre sí, o de cada parte con el todo.

Nada, por otra parte, hay por encima de la verdad; el mismo razonamiento demuestra, de hecho, que tal verdad no sería ella misma la verdad, sino algo de verdad resultante de la composición de una verdad y de una parte de aquel principio absolutamente falso, es decir, la nada. Por otra parte no podría ser superior a la verdad si no fuese verdadero sin posibilidad de duda, propiamente por la fuerza de la verdad misma, que lo uno es superior a lo otro.

Y, de igual manera se demuestra que nada hay por encima de la bondad; no sería, en efectos, pura bondad sino alguna cosa buena, es decir una bondad signada por la mezcla con otra cosa diferente de la bondad. Y, un principio que se anteponga a la bondad será necesariamente un mal absoluto, no pudiendo ser un bien en el acto mismo en el cual se pondrá más allá de los confines (3) del bien. Ni podrá ser mejor de la bondad desde el momento que nada es mejor sino participando de una mayor porción de bondad. Y como el mal pueda ser superior al bien no alcanzo a ver si la superioridad y el pleno dominio se refieren exclusivamente al bien en cuanto apetecibles como bienes. Se debería deducir de ello que el mal supera al bien gracias a la naturaleza misma del bien y que, por otra parte, el bien proporcione poder de dominio al mal.

Por otra parte, si por encima de la bondad existiese otro principio de las cosas, esto, por consecuencia necesaria, debería, como suele hacer cada causa en relación con un efecto que de ella proceda. Es, por lo tanto, por este principio que la bondad hace partícipe de sí a las cosas, es decir, distribuye a cada cosa algo de bondad.

Ahora, nosotros nos preguntamos acerca de aquella participación que se deriva del principio superior, si ella sea mejor de la bondad que le viene donada o no. Mejor no puede ser: todo cuanto, de hecho, se define mejor viene efectuado como tal, por una mayor participación de la bondad, y es absurdo que el don proveniente de un principio superior no sea mejor de aquel que provenga de una causa inferior. A esto se agrega que, si cada cosa tiende al bien, si existiese otro principio por encima del bien mismo, espontáneamente surge la pregunta si todas las cosas tienden a él o no (4). Si se afirma que a él tienden se consigue que ellos tiendan a alguna cosa de superior y mayor que el bien. Si, por otra parte, se niega que ellas tiendan a alguna cosa superior o mayor que el bien. Si por otra parte se niega que ellas tiendan a alguna cosa superior al bien se afirmaría otra vez que los efectos no se derivan de aquella causa primera a la cual deben su origen. Además, la bondad misma sería impulsada a desear aquel superior principio aunque esto fuese un absurdo, en cuanto cada razón de desear se cierre, precisamente, en el ámbito de la bondad.

Nada, por lo tanto, existe por encima de la bondad que pueda ser apetecido, donde ningún principio existe por arriba de la bondad misma. Por lo cual, la unidad, la verdad y la bondad que, -siguiendo el pensamiento de Platón- hemos reencontrado por encima del Espíritu puro, es el principio de todas las cosas, Dios Uno, verdadero, bueno.


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