martes, 26 de octubre de 2021

EL FEDÓN: Platón. Introducción y Primera parte



 EL FEDÓN

 

Platón

 

Introducción y Primera parte 

 

 

INTRODUCCIÓN

(57a-59b)

 

Personajes del diálogo

EQUÉCRATES, FEDÓN, APOLODORO, SÓCRATES, CEBES,

SIMMIAS, CRITÓN, EL SERVIDOR DE LOS ONCE.

 EQUÉCRATES.- ¿Estuviste tú, Fedón, con Sócrates el día aquel en que bebió el veneno en la cárcel, o se lo has oído contar a otro?

 FEDÓN.-Estuve yo personalmente, Equécrates.

 EQUÉCRATES.- *¿Y qué es lo que dijo antes de morir? ¿y cómo acabó sus días? Con gusto te lo oiría contar, porque ningún ciudadano de Fliunte va ahora con frecuencia a Atenas, ni tampoco, desde hace mucho tiempo, ha venido de allí forastero alguno que haya sido capaz de darnos noticia cierta sobre esta cuestión, a no ser lo de que bebió el veneno y murió. De lo demás no han sabido decirnos nada.

 *FEDÓN.-¿Ni siquiera os habéis enterado, entonces, de qué manera se llevó a cabo el proceso?

 EQUÉCRATES.-Si, eso nos lo ha contado alguien. Y nos extrañamos por cierto de que, acabado el juicio, hace bastante tiempo, muriera mucho después, según es evidente. *¿Por qué fue así, Fedón?

 FEDÓN.-Hubo con él, Equécrates, una coincidencia: el día antes del juicio dio la casualidad de que estaba con la guirnalda puesta la popa del navío que envían los atenienses a Delos.

 EQUÉCRATES.-Y ese navío, ¿qué es?

 FEDÓN.-La nave en la que, según dicen los atenienses, llevó *Teseo un día a Creta a aquellas siete parejas, y no sólo las salvó, sino que también él quedó a salvo. Hicieron entonces los atenienses, según se dice, el voto a Apolo de que si se salvaban llevarían todos los años a Delos una peregrinación; peregrinación ésta que desde entonces envían siempre cada año al dios, incluso ahora. Pues bien, una vez que comienzan la peregrinación, tienen la costumbre de tener libre de impureza a la ciudad durante ese tiempo, y de no dar muerte a nadie por orden estatal, hasta que la nave llegue a Delos y regrese de nuevo a Atenas. Y esto, a veces, cuando por una contingencia los vientos los detienen, lleva mucho tiempo. La peregrinación comienza una vez que el sacerdote de Apolo corona la popa de la nave; y esta ceremonia, como digo, era la que casualmente se había celebrado la víspera del juicio. Por esta razón fue mucho el tiempo que pasó Sócrates en la prisión desde su sentencia hasta su muerte.

 EQUÉCRATES.-Y ¿cómo fueron las circunstancias de la muerte? ¿Qué fue lo que se dijo o se hizo? ¿Qué amigos fueron los que estuvieron con él? ¿O no les dejaron los magistrados estar presentes, y acabó sus días solo y sin amigos?

 FEDÓN.-No, estaban allí algunos, muchos incluso.

EQUÉCRATES.-Procura, entonces, relatarnos todo con la mayor exactitud posible, si es que no tienes algún quehacer que te lo impida.

FEDÓN.-No, por cierto; estoy libre de ocupaciones, e intentaré contároslo, pues el evocar la memoria de Sócrates, bien hable yo o le oiga hablar a otro, es siempre para mí la cosa más agradable de todas.

EQUÉCRATES.-Pues bien, Fedón, en los que te van a escuchar tienes a otros tantos como tú. Ea, pues, intenta exponernos todo con la mayor precisión que puedas.

FEDÓN.-Por cierto que al estar yo allí me sucedió algo extraño. Pues no se apoderaba de mí la compasión en la idea de que asistía a la muerte de un amigo, porque *se me mostraba feliz, Equécrates, aquel varón: no sólo por su comportamiento, sino también por sus palabras. Tan tranquila y noblemente moría, que se me ocurrió pensar que no descendía al Hades sin cierta asistencia divina, y que al llegar allí iba a tener una dicha cual nunca tuvo otro alguno. Por esta razón no sentia en absoluto compasión, como pareceria natural al asistir a un acontecimiento luctuoso, pero tampoco placer, *como si estuviéramos entregados a la filosofía tal y como acostumbrábamos; y eso que la conversación era de este tipo. Sencillamente, había en mí un sentimiento extraño, una mezcla desacostumbrada de placer y de dolor, cuando pensaba que, de un momento a otro, aquél iba a morir. Y todos los presentes estábamos más o menos en un estado semejante: a veces reíamos y a veces llorábamos, pero sobre todo uno de nosotros, Apolodoro. Pues ya lo conoces a él y su modo de ser.

EQUÉCRATES.-¿Cómo no voy a conocerle?

FEDÓN.-Encontrábase, es cierto, en completo abatimiento; pero yo también estaba conmovido, y asimismo los demás.

EQUÉCRATES.-¿Y quiénes, Fedón, estaban por ventura allí presentes?

FEDÓN.-Ese que te digo, Apolodoro, que formaba parte del grupo de sus paisanos, juntamente con Critobulo, su padre: Hermógenes, Epígenes, Escluines y Antístenes, y estaban también Ctesipo el Peanieo, Menéxeno  y algunos otros del país. Platón estaba enfermo, según creo.

EQUÉCRATES.-¿Y había algún extranjero?

FEDÓN.-Sí, Simmias el tebano, Cebes y Fedonda de  Mégara, Euclides y Terpsión.

EQUÉCRATES.-¿Y qué? ¿Se encontraban con ellos Aristipo y Cleómbloto?

FEDÓN.-No, por cierto. Se decía que estaban en Egina.

EQUÉCRATES.-¿Estaba presente algun otro?

FEDÓN.-Si no me equivoco, creo que fueron sólo éstos los que estuvieron.

EQUÉCRATES.-¿Y qué más? ¿Qué conversaciones dices que hubo?

 

 

PRIMERA PARTE

FEDÓN

[59c-63b]

 

FEDÓN.-Voy a intentar exponerte todo minuciosamente, desde el principio. Te diré, pues, que ya los días anteriores solíamos ir sin falta, tanto yo como los demás, a ver a Sócrates, reuniéndonos al amanecer en el tribunal donde se había celebrado el juicio, pues estaba cerca de la cárcel. Allí esperábamos siempre a que se abriera la prisión, charlando los unos con los otros, porque no se abría muy de mañana. Una vez abierta, entrábamos a visitar a Sócrates, y las más de las veces pasábamos el día entero con él. Pero en aquella ocasión nos habíamos reunido aún más temprano, porque el día anterior, cuando salimos de la prisión, a la caída de la tarde, nos enteramos de que la nave había regresado de Delos. En vista de ello, nos dimos los unos a los otros el aviso de llegar lo más pronto posible al lugar de costumbre. Llegamos, y saliéndonos al encuentro el carcelero que solía abrirnos nos dijo que esperáramos y que no nos presentáramos allí hasta que él lo indicara.

 -Los Once -nos dijo- están quitándole los grilletes a Sócrates y dándole la noticia de que en este día morirá. Mas no tardó mucho rato en volver y nos invitó a entrar. Entramos, pues, y nos encontramos a Sócrates que acababa de ser desencadenado, y a Jantipa -ya la conoces- con su hijo en brazos y sentada a su lado. Al vernos, Jantipa rompió a gritar y a decir cosas tales como las que acostumbran las mujeres.

 -¡Ay, Sócrates!, ésta es la última vez que te dirigirán la palabra los amigos y tú se la dirigirás a ellos.

 -Sócrates, entonces, lanzó una mirada a Critón y le dijo:

-Critón, que se la lleve alguien a casa. Y a aquélla se la llevaron, chillando y golpeándose el pecho, unos criados de Critón.

 Sócrates, por su parte, sentándose en la cama, dobló la pierna, restregósela con la mano, y, al tiempo que la friccionaba, dijo:

 **-¡Qué cosa más extraña, amigos, parece eso que los hombres llaman placer! ¡Cuán sorprendentemente está unido a lo que semeja su contrario: el dolor! Los dos a la vez no quieren presentarse en el hombre, pero si se persigue al uno y se le coge, casi siempre queda uno obligado a coger también al otro, como si fueran dos seres ligados a una única cabeza. Y me parece - agregó - que si hubiera caído en la cuenta de ello Esopo hubiera compuesto una fábula que diria que la divinidad, queriendo imponer paz a la guerra que se hacían, como no pudiera conseguirlo, les juntó en el mismo punto sus coronillas; y por esta razón en aquel que se presenta el uno le sigue a continuación el otro. Así también me parece que ha ocurrido conmigo: una vez que por culpa de los grilletes estuvo en mi pierna el dolor, llegó ahora en pos suyo, según se ve, el placer.

 Interrumpiéndole entonces Cebes, le dijo:

 -¡Por Zeus!, Sócrates, que has hecho bien en recordármelo. Sobre esos poemas que has compuesto, poniendo en verso las fábulas de Esopo y el himno a Apolo, ya me han preguntado algunos, pero sobre todo Eveno, anteayer, por qué razón los hiciste una vez llegado aquí, cuando anteriormente jamás habías compuesto ninguno. Si te importa, pues, que yo pueda responder a Eveno cuando de nuevo me pregunte, porque bien sé que me preguntará, dime qué debo decir.

 -Pues dile, Cebes -le contestó-, la verdad; que no los hice por querer convertirme en rival suyo ni de sus poemas, pues sabía que esto no era fácil, sino por tratar de enterarme qué significaban ciertos sueños, y también por cumplir con un deber religioso, por si acaso era ésta la música que me prescribían componer. Tratábase, en efecto, de lo siguiente: Con mucha frecuencia en el transcurso de mi vida se me había repetido en sueños la misma visión, que, aunque se mostraba cada vez con distinta apariencia, siempre decía lo mismo: ¡Oh Sócrates, trabaja en componer música! Yo, hasta ahora, entendí que me exhortaba y animaba a hacer precisamente lo que venía haciendo, y que al igual que los que animan a los corredores, ordenábame el ensueño ocuparme de lo que me ocupaba, es decir, de hacer música, porque tenia yo la idea de que la filosofía, que era de lo que me ocupaba, era la música más excelsa. Pero ahora, después de que se celebró el juicio y la fiesta del dios me impidió morir, estimé que, por si acaso era esta música popular la que me ordenaba el sueño hacer, no debía desobedecerle, sino, al contrario, hacer poesía; pues era para mí más seguro no marcharme de esta vida antes de haber *cumplido con este deber religioso, componiendo poemas y obedeciendo al ensueño. Así, pues, hice en primer lugar un poema al dios a quien correspondía la fiesta que se estaba celebrando. Mas después de haber hecho este poema al dios caí en la cuenta de que el poeta, si es que se propone ser poeta, debe tratar en sus poemas mitos v no razonamientos; yo, empero, no era mitólogo, y por ello precisamente entre los mitos que tenía a la mano y me sabía - los de Esopo - di forma poética a los primeros que al azar se me ocurrieron. Dile, pues, esto a Eveno, Cebes, y que tenga salud, y que, si es hombre sensato, me siga lo más rápidamente posible. Me marcharé, según parece, hoy, puesto que lo ordenan los atenienses.

 Entonces Simmias dijo:

 -¡Qué consejo éste que le das a Eveno, Sócrates! Muchas son ya las veces que me he tropezado con ese hombre, y estoy por decir, a juzgar por lo que yo tengo visto, que en modo alguno te hará caso de buen grado.

 -¿Y qué? -replicó Sócrates-, ¿no es filósofo Eveno?

 -A mí al menos me lo parece -contestó Simmias.

 -Pues entonces Eveno se mostrará dispuesto a ello, como todo aquel que tome por esa ocupación un interés digno de ella. Sin embargo, posiblemente no ejercerá sobre sí mismo violencia, pues esto, según dicen, no es lícito. -Y al tiempo que decía esto hizo descender sus piernas hasta tocar el suelo, y así sentado continuó el resto de la conversación.

 Preguntóle entonces Cebes:

 -¿Cómo es que dices, Sócrates, por un lado esto de que no es lícito ejercer violencia sobre si mismo y por otro que el filósofo estaría deseoso de seguir al que muere?

 -¿Y que, Cebes, no habéis oído hablar, tú y Simmias, de tales cuestiones, habiendo sido discípulos de Filolao? (Filolao, el pitagórico).

 -Con claridad, al menos, no, Sócrates.

 -Pues también yo hablo sobre esto de oídas. Así que lo que buenamente he oído decir no tengo ningún inconveniente en repetirlo. Es más, tal vez sea lo más apropiado para el que está a punto de emigrar allá el recapacitar y referir algún mito sobre cómo pensamos qué es esa emigración. Y ¿qué otra cosa se podría hacer en el tiempo que falta hasta que se ponga el sol?

 -Entonces, Sócrates, ¿en qué se basan los que dicen que no es lícito darse muerte a sí mismo? Porque yo, como tú me preguntabas hace un momento, ya le oí decir a Filolao, cuando vivía con nosotros, y a algunos otros, que no se debía hacer eso. Pero algo definitivo sobre ello jamás se lo he oído a nadie.

 -Pues es menester no desalentarse -dijo-, porque tal vez lo podrías oír. Sin embargo, quizá te parecerá extraño que sea ésta la única cuestión simple entre todas y que jamás se presente al hombre como las demás. Hay casos, sí, e individuos para quienes mejor les sería estar muertos que vivir, pero lo que tal vez parezca chocante es que para esos individuos, para quienes vale más estar muertos, sea una impiedad el hacerse ese beneficio a sí mismos, y tengan que esperar a que sea otro su bienhechor.

 Entonces Cebes, sonriendo ligeramente, exclamó, hablando en su propia lengua:

 -Sépalo Zeus.

 -En efecto -prosiguió Sócrates-, desde este punto de vista puede dar la impresión de algo ilógico. Sin embargo, no lo es y tal vez tenga alguna explicación. Y a propósito, lo que se dice en los misterios sobre esto, que los hombres estamos en una especie de presidio, y que no debe liberarse uno a sí mismo ni evadirse de él, me parece algo grandioso y de difícil interpretación. Pero lo que sí me parece Cebes, que se dice con razón es que los dioses son quienes se cuidan de nosotros y que nosotros los hombres, somos una de sus posesiones. ¿No te parece así?

 --A mí, sí -respondió Cebes.

 -Y tú, en tu caso -prosiguió-, si alguno de los seres que son de tu propiedad se suicidara, sin indicarle tu que quieres que muera, ¿no te irritarías con él?; y si pudieras aplicarle algún castigo, ¿no se lo aplicarías?

 -Sin duda alguna -respondió Cebes.

 -Pues bien, quizá desde este punto de vista no sea ilógica la obligación de no darse muerte a sí mismo, hasta que la divinidad envíe un motivo imperioso, como el que ahora se me ha presentado.

 -Esto sí -dijo Cebes- es a todas luces verosímil. Pero lo que decías hace un momento de que los filósofos estarían dispuestos con gusto a morir eso, Sócrates, parece un absurdo, si está bien fundado lo que acabamos de decir: que la divinidad es quien se cuida de nosotros y que nosotros somos sus posesiones. Pues el que los hombres más sensatos no sientan enojo por abandonar esa situación de servidumbre en la que tienen por patronos a los mejores patronos que hay, a los dioses, no tiene explicación, porque no cabe que el sabio crea que él cuidará mejor de sí mismo al estar en libertad. En cambio, un hombre insensato posiblemente creería que debe escapar de su amo, sin hacerse la reflexión de que no debe uno huir de lo que es bueno, sino, al contrario, permanecer a su lado lo más posible; de ahí que huyera irreflexivamente. Pero el que tiene inteligencia es muy probable que deseara estar siempre junto a quien es mejor que él. Y según esto, Sócrates, lo lógico es lo contrario de lo que se decía hace un instante: a los sensatos es a quienes cuadra sentir enojo por morir; a los insensatos, en cambio, alegría.

 Al oírle, Sócrates me dio la impresión de que se alegraba con las objeciones de Cebes; y dirigiendo la mirada hacia nosotros, dijo:

 -Siempre, es verdad, está Cebes rastreando algún argumento, y nunca se muestra dispuesto a aceptar al pronto lo que se diga.

 -Pero el caso es, Sócrates -dijo Simmias-, que a mi también me parece que esta vez Cebes no dice ninguna tontería. Pues ¿por qué razón unos hombres, sabios de verdad, huirían de amos que son mejores que ellos y se apartarían tan a la ligera de su lado? Y me parece que es a ti a quien apunta Cebes en su razonamiento, porque con tanta facilidad soportas el abandonar no sólo a nosotros, sino también a unos amos excelentes, según tú mismo reconoces, a los dioses.


domingo, 22 de noviembre de 2020

ÉTICA NICOMAQUEA, Aristóteles

 


ÉTICA NICOMAQUEA

Aristóteles

Versión castellana: Giuseppe Isgró C.

Libro primero

1

 

 

Cada arte y su respectiva búsqueda, así como toda acción y su inherente propósito, parecieran enfocarse, siempre, a algún bien. Con razón se ha definido el bien como aquello a lo cual toda cosa tiende.  No obstante, parece haber una diferencia entre los fines: en algunos casos, constituyen actividades; en otros, además, obras definidas.

Cuando en las acciones existen fines definidos, entonces las obras son más importantes que las actividades. Por cuanto existen muchas acciones, artes y ciencias, hay, también, muchos fines; por ejemplo: el fin de la medicina es la salud; el de la construcción naval, el de navegar; el de la estrategia, la victoria; el de la economía, la riqueza.

Cuantas acciones existen de determinado género, se encuentran  subordinadas a una sola capacidad: así como la fabricación de las bridas a la hípica, así también todo lo que concierne al equipamiento del jinete; la misma acción militar está subordinada a la estrategia; de la misma manera, las otras están subordinadas a otra capacidad, respectivamente. Pero, en todas, los fines de las ciencias arquitectónicas son más importantes de los de las que le son subordinadas. De hecho, solamente en función de aquellos se suceden también estos. No tiene importancia alguna, por lo tanto, que los fines de las acciones sean las mismas actividades o bien cualquier otra cosa además de ellas, como ocurre en las ciencias mencionadas.


miércoles, 4 de marzo de 2020

Pizarrón: Una escritura con gruesa letra y tiza blanca sobre la América Hispana







Pizarrón:
Una escritura con gruesa letra
y tiza blanca sobre la América Hispana

Autor: María Antonia Zandanel
Universidad Nacional de Cuyo
mzandanel@hotmail.com Argentina


Resumen: Nos proponemos conmemorar aquí los cien años del nacimiento de uno de los destacados intelectuales del siglo XX, cuya obra fuera ampliamente reconocida en nuestro ámbito cultural: nos referimos al escritor venezolano Arturo Uslar Pietri (1906- 2001) quien dedicara su larga vida a transitar diversos caminos del saber.

Publicó su primer artículo periodístico a los catorce años; el último, el de la despedida, en su columna del diario El Nacional, aparecería en enero de 1998.

Habían transcurrido setenta y ocho años. Cumplirá este aspecto relevante de su producción desde la mirada que le imprime el comunicador social, tarea que se suma a su labor de educador, en los escritos de la columna semanal que titulara Pizarrón.

Dejará registrados así destacados artículos de opinión que darán a conocer las ideas de nuestros grandes hombres, entre los que se encuentra el propio Uslar, al tiempo que contribuyen a formar la opinión pública desde las columnas de la prensa y de este modo procura testimoniar tanto nuestra historia política como los registros más destacados de nuestra cultura.

Palabras claves: periodismo, literatura venezolana, Uslar Pietri, Pizarrón.

Title and subtitle: Pizarrón: Writings in bold white chalk on Hispanic America. Abstract: We are proposing here the celebration of the 100th anniversary of the birth date of one of the outstanding scholars of the 20th century, whose literary work is widely known in intellectual circles. We are talking about Arturo Uslar Pietri (1906-2001), who devoted his extended life to explore various paths in the field of knowledge. Uslar Pietri published his first journalistic article when he was only fourteen. His last article, his farewell at the El Nacional newspaper, came out seventy eight years later, in January 1998. In his weekly column entitled Pizarrón, Uslar Pietri fulfilled this important facet of his production from the point of view of the communicator, adding this task to his work as an educator. In Pizarrón, he gave voice to the ideas of our great thinkers, among which the same Uslar Pietri is included, and at the same time contributed to shape the public opinion and offered a testimony not only of our political history but also of the most relevant registries of our culture. Key words: journalism, Venezuelan literature, Uslar Pietri, Pizarrón.

Recibido: 27-XI-2006 Aceptado: 14-II-2007 Cuadernos del CILHA - a. 8 n. 9 - 2007 (63-78) 64 María Antonia Zandanel.

Pizarrón: Una escritura con gruesa letras... Un hombre escribe para dejar constancia de su pensamiento, porque ser escritor no es un oficio ni una profesión, sino una manera de existir, una manera de ser hombre.

Introducción:

Es nuestra intención, desde las líneas del presente trabajo, conmemorar los cien años del nacimiento de uno de los intelectuales más representativos del siglo XX, cuya obra fuera ampliamente reconocida en nuestro ámbito cultural. El escritor venezolano Arturo Uslar Pietri (1906-2001), dedicó su larga vida a transitar los mas diversos caminos del saber universal: fue novelista, cuentista, poeta, dramaturgo, ensayista, comentarista de televisión, escritor de artículos de opinión, profesor, académico, conferencista, divulgador de la cultura y de la historia universal, analista de los más diversos problemas sociales, estudioso de la historia de Venezuela, agudo polemista, ideólogo, hasta llegar, inclusive, a desempeñarse como actor destacado de la política de su país, al postularse como candidato a la presidencia de la República por el Movimiento Republicano Progresista en el año 1963. Un año más tarde, en 1964, fundaría el Frente Nacional Democrático.

Desde muy joven Uslar sumaría a la intensa tarea intelectual el desempeño de numerosos cargos públicos: Ministro de Educación (1939-1941), Secretario de la Presidencia de la República (1941-1943 y 1944-1945), Ministro de Hacienda (1943-1945), Ministro de Relaciones Interiores (1945), Senador por el Distrito Federal durante tres períodos consecutivos (1959-1973) y Embajador Delegado Permanente de Venezuela ante la UNESCO (1975-1979).

La tarea política desempeñada sumada a la sostenida labor realizada en sus múltiples ensayos nos ayudan a perfilar una fuerte personalidad capaz de abarcar los más diversos ámbitos, tanto culturales como políticos, que luego se trasladarían sólidamente amalgamados a sus escritos.

Esta personalidad multifacética someramente diseñada, unida a sus vastísimos conocimientos que relacionaban aspectos diversos dentro de nuestro de por sí complejo marco cultural, habrían de generar una producción que todavía hoy no deja de asombrarnos. Como dato interesante de esta polifónica forma de situarse en el mundo, se impone destacar la labilidad del autor para ocuparse tanto de los estudios teóricos correspondientes a su ámbito cultural para, simultáneamente, conciliarlos con la praxis política. Y con esto Uslar suma su nombre al de un importante grupo de escritores que, inmersos en su compromiso temporal, habrían de unir el importante oficio de escribir, de transitar y hurgar en nuestras permanentes y sostenidas búsquedas identitarias, de desplegar las más diversas competencias comunicativas, con el fuerte compromiso que supone el desempeño de los cargos públicos o el de una activa y comprometida militancia.

Su quehacer intelectual imbuido de ese matiz pedagógico que lo caracteriza deviene del hecho de comprender su misión como el imperativo de “despertar conciencias dormidas”. Para ello su producción se ajusta a dos formas de expresión, ambas igualmente significativas, las cuales le permiten dejar aflorar su pensamiento que versará preferentemente acerca de aspectos diversos de la América Hispana y, en especial, de su Venezuela natal, de su terruño siempre recordado: por una parte sus ensayos, donde nuestro autor desarrollará sus pensamientos y sus ideas; por otra, la amplísima variedad de escritos destinados a la prensa.

Arturo Uslar Pietri: un estudioso de nuestra realidad.

Uno de los aspectos más relevantes de esa tarea sostenida a lo largo de décadas la cumplirá Uslar desde la focalización que le imprime la mirada del comunicador social, la cual se suma a su permanente labor de educador: tareas ambas que desempeñará en forma temprana tanto en la televisión, desde el más conocido de sus programas titulado Valores Humanos (1953-1986), espacio que procuraba consolidar en Venezuela la cultura desde y a partir de los medios de comunicación.

También destinados a la Televisión fueron diseñados otros programas de interés general a los que llamó Cuéntame a Venezuela (1980) y Raíces Venezolanas (1983).

A este significativo quehacer hay que sumar la no menos importante y sostenida labor desarrollada para la columna semanal de Pizarrón de El Nacional de Caracas, espacio destinado a transmitir para sus contemporáneos aspectos diversos del panorama cultural americano.

Escovar Salom destaca la significación que tuvo el periodismo, particularmente en Venezuela: “La columna periodística se considera la tribuna histórica de los pueblos de Hispanoamérica (…) En Venezuela el periódico ha sido agitador intelectual, el foro, el ágora, el agente de circulación de las ideas. Los periódicos del siglo XIX, (…) recogen la historia política y la historia de la cultura”.

Cinco núcleos principales se pueden desglosar del análisis de estos más que numerosos artículos: la política, el mestizaje americano, las temáticas venezolanas, la cultura, la educación: los valores y contravalores del vivir humano.

En estos espacios comunicacionales que se ocuparon durante décadas de difundir aspectos que tienen que ver con nuestras raíces, con las personalidades más relevantes de todos los tiempos, con los hechos que sobresalieron por su importancia a lo largo del tiempo histórico y con nuestra propia cultura, merece destacarse esa agudísima percepción para advertir con una enorme lucidez, y ya desde muy joven, el poder subyugante y mágico de la palabra.

Estos escritos fueron concebidos desde una perspectiva que procuró formar culturalmente a sus destinatarios. El significativo aprendizaje del poder apelante que en sí mismo encierra el lenguaje, de la musicalidad de las palabras y del poder sugerente y convocante del discurso, lo realiza Uslar tempranamente en los cafés parisinos en compañía de dos grandes de nuestras letras, uno de ellos el guatemalteco Miguel Ángel Asturias; otro, el cubano Alejo Carpentier, quienes imbuidos de las ideas de las vanguardias dibujaban, trazaban y leían en voz alta las páginas de sus primeras novelas, esas que trascenderían significativamente en las letras de nuestro continente.

Asturias escribe por entonces un cuento al que titula “Los méndigos políticos”; con el tiempo el relato se convierte en el primer capítulo de su consagrada novela del ciclo de la dictadura, titulada El señor presidente; Uslar comparte con el grupo la lectura de Las lanzas coloradas y el cubano Alejo Carpentier deja deslizar las páginas de su Ecue-Yamba-O.

Deslumbrados ellos e iluminadas por el surrealismo, estas lecturas de sus obras dejarían una significativa influencia en los jóvenes latinoamericanos.

Sistemas indiscutidos de una forma peculiar de transmisión de saberes, que contribuyen al afianzamiento y a la recuperación de la cultura popular, cuando estos son bien utilizados, los medios de comunicación definen y propician, por otra parte, una fuerte ideología dominante que por lo general suele entrar en conflicto con el modo de sentir y de incorporar la cultura de los diversos pueblos. El avance o la evolución de las distintas sociedades aisladas geográfica y culturalmente hacia las sociedades modernas, más informadas, interconectadas y ligadas por el conocimiento se logrará, en gran medida, por la amplia difusión que alcanzarían, en particular durante las últimas décadas del siglo, los mass-media. Contribuye a esta dispersión el amplio desarrollo que habrían de tener la televisión y los medios en general en las sociedades modernas y, al mismo tiempo, la inevitable repercusión que este hecho alcanzaría en el modo de vida de los usuarios de las diversas latitudes.

Los medios serán los encargados de difundir rápidamente a los diferentes puntos del planeta las noticias más destacadas, los avances tecnológicos, los importantes descubrimientos o los viajes espaciales, las grandes tragedias que nos acosan a diario o, simplemente, formas diversas de pasatismo y diversión.

Por comunicación de masas o mass-media, entendemos aquellos procedimientos mediante los cuales grupos de especialistas se sirven de inventos técnicos (prensa, radio, films, etc.) para difundir un contenido simbólico a un público vasto, heterogéneo y geográficamente disperso.

En términos más simples, la sociedad moderna depende, de modo crucial, de las comunicaciones de masas.

El análisis sociológico de los mass-media trata de comprender objetivamente las consecuencias de la comunicación y de la persuasión de las masas sobre la vida política y social.
Las tempranas consideraciones del pensador venezolano y la valoración que hará de los mass-media se encuentran unidas a una firme percepción del significado que para la modernización de nuestros pueblos entrañaba la libertad de expresión, sumada en todos los casos al valor que la información posee en sí misma y a lo que él entendía como su invalorable poder educativo.

Su obra, desde esta óptica, nos deja un significativo legado en tanto difusora de saberes mediante una utilización precisa, destacada y sostenida en el tiempo de los mass-media como el vehículo más propicio para la transmisión de la cultura y, al propio tiempo, como formadora de la identidad de nuestros pueblos.

En este sentido, el uso de los medios de comunicación se sumaría en el caso de Arturo Uslar Pietri a la importante labor desarrollada en su prolífica producción escrita.

Obsérvese que esta temprana valoración que el pensador venezolano hará de los medios está destinada a destacar los valores que los mismos debieran tener en la educación futura de los pueblos.

Nos interesa en particular señalar esta mirada y la consideración temprana que el venezolano tuvo de los medios de comunicación por cuanto estos han adquirido hoy más vigencia que nunca y porque, además, hemos visto crecer en los últimos tiempos su amplísimo poder en la construcción y en la manipulación de la opinión pública, en el manejo de nuestros destinos políticos, en la consolidación de la conciencia nacional y popular, con todo lo que este hecho implicará, tanto en sus aspectos más destacados y positivos, como en aquellos otros significativamente negativos.

El pensador venezolano logró entender e interpretar tempranamente el poder y la trascendencia que habrían de desarrollar los medios de comunicación y, al propio tiempo, como lo demuestran estos escritos, captar su extraordinario potencial educativo. De él habría de valerse, por una parte, para contactarse de un modo directo con su entorno social, usando sus propias palabras, con sus entrañables “amigos invisibles”; y, por otra, para compartir con ellos los más amplios aspectos de la cultura la cual se encargaría de llevar hasta el interior mismo de los hogares.

En los medios desarrolló el maestro —con una simpleza de expresión y una profundidad inagotable— una enorme gama de temas que, en un total de 1.200 programas, estuvieron siempre destinados a ampliar el bagaje cultural no sólo de una elite de intelectuales sino que, debido a la sencillez de su prosa, habrían de llegar también a una audiencia significativamente masiva.

Otra dimensión singular de esta obra sostenida en el tiempo está centrada en el quehacer más propiamente ensayístico donde recreará, con una prosa purísima, desde una temprana percepción del Realismo mágico para caracterizar nuestras letras, su inclinación para novelar los episodios de la Historia en sus Novelas, una cabal comprensión del mestizaje cultural como rasgos definidores de nuestros pueblos, hasta el desvelo y la angustia por “sembrar el petróleo”, una de sus frases más felices —conservada hasta hoy y ampliamente reproducida y citada en la actualidad en los diversos medios venezolanos— idea fuerza que le sirvió para manifestar, desde lo económico y lo político, esta preocupación obsesiva recurrente por defender las riquezas del subsuelo que podrían garantizar el futuro de Venezuela y, a partir de su explotación, un sostenido bienestar económico.

Fue desde todos los ángulos posibles un pensador multifacético que supo conjugar el pensamiento en sus más diversos órdenes; hombre universal, lúcido, crítico, plural, entendía que el escritor es la conciencia de su tiempo y a este empeño, desde posicionamientos diversos, a partir de enfoques múltiples y desde la recurrencia a desarrollar ciertos temas que atraían su atención en forma particular, consagró a estos registros, durante su larga existencia, su pluma incansable y su también laboriosa y obstinada tarea de humanista.

Manuel Castells particularmente interesado en los impactos sociales que habrían de tener las nuevas tecnologías en nuestras sociedades actuales, registra el hecho de que el tiempo que empleamos para insertar los medios (radio, televisión, diarios, revistas, e inclusive los más actuales como Internet) en nuestra vida diaria es lo que posibilita que los mismos se conviertan en el reservorio que torna posible la construcción de metáforas y de relatos culturales, precisamente esos que nos resultan necesarios para explicarnos el mundo en el que vivimos.

Su producción de ensayos breves cubre las más vastas y variadas temáticas entre las que destacamos: El petróleo en Venezuela, Tío tigre y Juan Bobo, El Realismo mágico, La Universidad y el País, La crisis de la Educación, Repensar la Educación, La Nación fingida, Simón Rodríguez, Nuestro maestro, Vasallaje intelectual, La querella del conquistador, Venezuela hoy, La Venezuela posible, Una galería de insurgentes, Profecías de lo obvio, Las dos culturas, El arte en la calle, Los artistas y América, La verdad de la historia, El nombre de Venezuela, El padre de la Utopía, La traición de los intelectuales, La dialéctica del poder, Para salir del laberinto, La invención de América mestiza, Las carabelas del nuevo mundo, El mestizaje y el nuevo mundo, ¿Existe América Latina?, Política y pensamiento, La otra España, entre tantos otros temas que sería demasiado extenso enumerar aquí.

Carlos Alarico Gómez acota un dato altamente significativo que nos interesa consignar a continuación en este repaso que nos proponemos realizar acerca de su intensa labor periodística: El Universal (1940) inició la práctica de la página de opinión, que fue acogida por las otras rotativas, (…).

Había un ambiente propicio para un periodismo libre, a pesar de las limitaciones existentes debido a la II Guerra Mundial, revelador de la influencia positiva que ejerció el pensamiento liberal de Uslar en los gobiernos de López Contreras y de Medina Angarita, donde ocupó posiciones claves en el más alto nivel de decisión política.

El profesor Francisco Barbadillo, por su parte, quien se ocupara a lo largo del tiempo de estudiar “los artículos de Pizarrón”, o los “pizarrones” como el propio Uslar se encargó de llamarlos, en una obra verdaderamente valiosa al momento de estudiar las ideas y el campo cultural del escritor, historiador y político venezolano, tanto como el momento histórico que las enmarca, habrá de decir respecto a la multifacética labor llevada a cabo por nuestro autor a lo largo de su extensa vida, uno de cuyos perfiles —no el menos importante— estuvo destinado a la publicación y difusión de su pensamiento americanista en los medios de comunicación de masas. Percibió como pocos, la enorme influencia que estos habrían de tener en el futuro, al tiempo que entendería prontamente los peligros que una irresponsable manipulación de la información podría traer aparejada en la formación de nuestras sociedades modernas: Uslar es un escritor de ensayos y artículos periodísticos, y es también comunicador social por hacer uso de los medios: la prensa oral y escrita, la radio y la tv; esta amplia difusión hoy se aplaude y se avala en virtud de las cualidades del hombre ejemplar, disciplinado, laborioso, preocupado, optimista”.

El 10 de junio de 1948, fecha clave a los efectos de la presente comunicación, aparece la primera de sus destacadas columnas a la que Uslar titulará “La falsificación de la realidad”; escribe por entonces desde Nueva York, exiliado con posterioridad al golpe de Estado perpetrado contra el gobierno de Isaías Medina Angarita, ocurrido algunos años antes. Manifiesta en el fragmento que transcribimos, los motivos que lo inducen a escribir: No me ha sido fácil decidirme a iniciar estos artículos que hoy comienzan. Mucho y muy gravemente he vacilado en hacerlo. Un humano impulso vital, el mismo que nos lleva a huir del humo hacia el aire libre, me empujaba a permanecer lejos y en silencio. El tormento de ser venezolano, tormento al que no ha podido escapar ningún hombre de pensamiento de nuestra tierra, encontraba para mí una tregua en el sereno ambiente de la Universidad de Columbia (…). Y eso es lo que ya no me permite permanecer callado. Óigaseme o no se me oiga, me siento obligado a decir lo que creo la verdad. A escribir con gruesa letra y tiza blanca en este Pizarrón las cosas que no debo callar (…)”.

Procuraremos en este trabajo repasar, aunque solo sea parcialmente dada su significativa amplitud, el pensamiento de Arturo Uslar Pietri sembrado a lo largo de décadas, tanto en sus conferencias y disertaciones, en los medios televisivos como en sus escritos más importantes, centrados en destacados personajes de todos los tiempos, o en los hechos significativos de su época, en los avances científicos y tecnológicos, en los núcleos significativos de nuestra cultura y, al propio tiempo, con la intención de actualizar y recuperar un obstinado recorrido que procurará re-construir discursivamente esa Venezuela posible, tan cara al sentir de nuestro pensador, al propio tiempo añorada y castigada.

Revisitar ciertos momentos de nuestra cultura y conjurar las aristas diversas del pensamiento latinoamericano, observar el rol de los medios de comunicación, particularmente en los imaginarios urbanos, serán motivos y preocupaciones recurrentes tanto de sus trabajos como de sus desvelos. Es también el motor que nos invita a la relectura de algunos de sus artículos más destacados.

Gran conocedor de la realidad americana, fue poseedor de una incalculable erudición, la cual dejará plasmada en sus múltiples obras. Su labor de cronista de la historia tanto literaria como política de la Venezuela del siglo XX le otorga un sitio de privilegio en el mundo de nuestras letras.

Su producción intelectual sobrepasó ampliamente los límites de su patria natal y esto lo convirtió en uno de los grandes exponentes de la cultura y del pensamiento latinoamericano, tarea que le permitió prohijar su amplísima obra.

Siguiendo el pensamiento de García Canclini y para entender el contexto de producción de la obra de Arturo Uslar Pietri, conviene señalar qué se entiende por Cultura, en su sentido más amplio (…) el modo en que la gente come y piensa, se viste e imagina, arregla su casa y hace política, habla y se calla: en suma, lo que hace a un pueblo vivir de una forma que le da identidad y lo distingue. Hablamos de cultura como el conjunto de fenómenos que contribuyen, mediante la representación o reelaboración simbólica de las estructuras materiales, a comprender, a reproducir o transformar el sistema social”.

Otro destacado pensador actual, Pierre Bourdieu, contribuye a delinear y consolidar en otra línea de interpretación, (el concepto de cultura Para Bourdieu, la cultura expresa y ayuda a constituir y reproducir estructuras de dominación, proceso que se vehiculiza mediante la legitimación o mistificación del poder económico y político que yace en la base de estas estructuras.

La cultura es entonces un instrumento de dominación, pero también una forma simbólica a) por medio de la cual los seres humanos ordenamos y construimos nuestra comprensión del mundo objetivo (una estructura estructurante) y b) que provee una fundamentación lógica al orden social.

La cultura es, también, un medio de comunicación, cuya lógica interna puede ser dilucidada a través del análisis estructural”.

En este marco donde reconocemos sentidos y valores que nos permiten aproximarnos al mundo que nos rodea, a partir de ambos conceptos de cultura que formalizan ese modo nuestro de insertarnos en el mundo y al propio tiempo nos facilita la comprensión de este nuevo mundo nuestro, es que estas digresiones del maestro o composiciones caracterizadas por su tono ensayístico, cobran su sentido más cabal.

Son miradas especulares que nos ayudan a comprender y a interpretar los tonos y matices que dibujan esos trazos tan particulares de nuestra cultura latinoamericana. Inserto y centrado siempre su pensamiento en el marco cultural del momento histórico que le tocó vivir, conformado éste como el metatexto que nos ayudará a la comprensión de sus ideas, podremos percibir de qué modo singular se destaca en este contexto, con tintes muy característicos, su labor de eminente ensayista, siempre preocupado por América y por su Venezuela natal.

Entendió en todo momento que esa era la misión que le había sido encomendada a su pluma y a su palabra, inserta en su tiempo histórico, y a ella se entregó por entero para buscar las esencias más profundas y caracterizadoras de la venezolanidad.

A propósito de Pizarrón (1948 – 1998) Rafael Arráiz Lucca, un destacado estudioso de la obra de Uslar, señaló en la “Presentación” de la novísima aunque reducida edición de Pizarrón, que compila una interesante selección de los artículos más significativos publicados en su legendaria columna del diario El Nacional, reeditada en una edición homenaje, con motivo de los cien años de su nacimiento, la trayectoria y duración en el tiempo de los artículos de Uslar Pietri: El primer artículo que publicó Arturo Uslar Pietri en la prensa nacional se tituló “El plátano o el banano”, y apareció en el diario El Comercio de Maracay el 28 de agosto de 1920.
Entonces, el precoz joven Uslar sumaba catorce años. El último en publicar fue el de la despedida de su legendaria columna del diario El Nacional el 4 de enero de 1998, “Una larga jornada”, habían transcurrido setenta y ocho años, y su autor contaba noventa y uno.

Cuando Barbadillo publica su destacada investigación acerca de los artículos de Pizarrón, consigna 1765 columnas desde la fecha de inicio hasta diciembre de de 1994. Arraiz le agrega 48 más durante tres años, y la de 1998. Con ello el total de Pizarrones es de 1890.

“De este universo considerable de columnas, -dice Arraiz Lucca- he escogido para esta selección 149”. (Los libros de El Nacional. Pizarrón. Presentación: 5-6.)

Por su parte, el exhaustivo trabajo del profesor Barbadillo nos ha permitido recuperar, publicados en obras dispersas, algunos otros Pizarrones. Con el correr del tiempo no podemos dejar de reconocer el enorme mérito de la recopilación llevada a cabo por Barbadillo aunque lamentemos hoy que la misma se acotó, en su momento, a las columnas que fueron publicadas en el diario El Nacional. (Rafael Arráiz Lucca. Presentación. En: Pizarrón. Biblioteca Uslar Pietri. Los libros de El Nacional. Caracas: Universidad Metropolitana, 2006, Año Centenario de Arturo Uslar Pietri.)

Esta sostenida tarea del escritor venezolano abarcó los más dispares y diversos temas de nuestra cultura que se esparcieron durante décadas en revistas y periódicos de la América Hispana: Billiken, Caricatura, Élite 17 , Válvula, De Pitón a Pitón, por mencionar solo algunos, se hicieron cargo de sus colaboraciones.

Hombre preocupado por su entorno cultural al que procuraba interpretar, habría de desempeñarse también como columnista de El Universal, Ahora, La esfera, El nuevo diario, a los que hay que agregar su sostenida participación en el tiempo en las proverbiales, muy difundidas y comentadas columnas de El Nacional.

Estos artículos de opinión, de raigambre periodística, de la mejor prosa periodística, constituyen destacadísimos ejemplos en su género. Su labor cobra un sentido particular en función de esa tradición asumida por nuestros intelectuales quienes darán cuenta de sus ideas y aun de sus competencias ideológicas a través de la prensa.

Formalizarán así destacados artículos de opinión que serán los encargados de dar a conocer las ideas de nuestros grandes hombres, entre los que se encuentra el propio Uslar, al tiempo que contribuyen a formar la opinión pública de sus receptores desde las columnas de la prensa.

El vastísimo campo semántico del que se ocupa nuestro autor tiene que ver con aspectos verdaderamente sustantivos, entre los que podemos mencionar: el petróleo, núcleo esencial de la dimensión socio económica del país; la educación en todos sus aspectos, conflictos y dimensiones; su idea de la América Hispana: percibida como origen y prospección de nuestros pueblos vistos desde la perspectiva de una comunidad histórica; el doloroso proceso de mestizaje que comprende tanto lo racial cuanto lo cultural que distingue a nuestras letras que devino del encuentro y del enfrentamiento de dos mundos; el período de la independencia y la creación de la república, “como expresión genésica”; el realismo mágico, formulación ficcional considerada una de las marcas significativas y caracterizadoras de esa forma nuestra tan peculiar de entender y representar el mundo que nos rodea. Estos aspectos se perfilan en las páginas de Pizarrón, en muchos casos en forma recurrente, en procura de delinear nuestra identidad hispanoamericana.

El profesor Barbadillo, por su parte, en esa importante lectura que ya hemos señalado, llevada a cabo a propósito de los pizarrones, ha agrupado por temas afines la producción de estos ensayos: 1.La preocupación internacional 1.1.La política socioeconómica 1.2.La guerra y la paz en el siglo XX.

En 1928 la revista Élite le otorga a Uslar Pietri el primer premio en su concurso de cuentos por el que hasta hoy se considera uno de sus relatos más logrados, seleccionado y destacado en innumerables antologías, pieza significativamente relevante de la cuentística latinoamericana. Nos referimos a “La lluvia”, destacada composición que ubicamos dentro de lo que el propio Uslar denominó en diversos momentos de su obra Realismo Mágico y que tanta repercusión habría de tener en los escritores que escriben con posterioridad.

El mestizaje hispanoamericano 3.Venezuela 3.1.La historia 3.2.El petróleo 3.3.La tierra y su gente 3.4.La ciudad de Caracas 4.El hombre y sus valores 4.1.La cultura, la educación y la vida 4.2.La lengua 4.3.La ecología 4.4.La picardía 4.5. La civilización tecnocrática 4.6.Los medios de comunicación social 5. Índice onomástico.

El pensador y el prosista, y al mismo tiempo el poeta y el narrador de historias de las más diversas procedencias y épocas, el profundo conocedor de los secretos de nuestra lengua y del buen decir, se hacen presente en sus ensayos, donde pone de manifiesto su vastísimo conocimiento de nuestra América al que se suma una amplia gama de asuntos y temas tanto económicos como políticos y culturales, referidos, en la mayoría de los casos, a su Venezuela natal, núcleo fundante de sus reflexiones, preocupación central de todos sus desvelos, fruto siempre agridulce de sus pasiones.

Doy por descontado que el lector acepta que la conciencia de Uslar fue una de las más despiertas de su tiempo. Estaba en el mundo atento a él, lo escudriñaba a diario; recibía prensa y revistas extranjeras semanalmente, buscaba los libros fundamentales recién publicados en Europa y América; atendía los asuntos políticos del país como si fuesen temas personales y, como fruto de esta criba, metabolizaba los temas y escribía. De allí que el universo de sus intereses fuese asombrosamente amplio, aunque de ninguna manera signado por la dispersión. Sus racimos temáticos eran frutos de un solo árbol: la comprensión del mundo y en él, la especificidad hispanoamericana y venezolana.

Muchos de esos asuntos tratados por el maestro tienen vigencia aún hoy tanto en el plano político como en el económico y son sometidos en la actualidad a análisis y comentarios. Tomemos como el ejemplo más significativo de esto que decimos el artículo que se nos presenta como uno de los más polémicos, el más estudiado, cuya vigencia llega hasta la actualidad, al que Uslar tituló Sembrar el petróleo.

Nos resulta imposible pensar en un repaso aunque sea somero de algunos aspectos significativos de su ensayística sin referirnos, aunque sea brevemente, a este relevante editorial que tanta trascendencia prospectiva habría de tener para los futuros estudiosos, debido a esa clarividente mirada que le permitió atisbar en uno de los núcleos centrales de la economía de los venezolanos y detectar precozmente el rumbo incierto que la impensada y generosa riqueza del subsuelo habría de proporcionar a su pueblo. Cabe, para comprender esta percepción, repetir sus propios argumentos al entender que sería más redituable “invertir la riqueza transitoria no renovable, en riqueza permanente renovable”.

Y cuando esto afirma está haciendo referencia a una Venezuela que dejó atrás y abandonó la agricultura, la ganadería, donde los bosques están desforestados y donde se abandonó el trabajo en el campo para buscar nuevos rumbos en la ciudad. La agudeza de esta mirada adquiere su verdadera dimensión cuando en ensayos posteriores que forman parte, entre otros, de De una a otra Venezuela, se plantea la necesidad de llevar adelante la empresa de salvar a Venezuela de la muerte petrolera.

Su preocupación por el futuro se manifiesta en trece artículos que relacionan la crisis del país con el petróleo. Ya en el Preámbulo señala: El petróleo es como un Minotauro y para vencerlo se requiere una empresa teséica. Coordinada, serena y resuelta tarea de muchos. De todos, sería lo mejor. (…). El día en que Venezuela tenga una política petrolera adecuada, el día en que por la eficaz acción de sus hijos todos deje de ser un parásito del petróleo, ese día tendrá, por simple añadidura la riqueza económica, el progreso social y la estabilidad política.

Esta preocupación de nuestro escritor por el petróleo será rescatada en forma reiterada por quienes se ocupan de analizar este destacado aspecto socio-económico y los correspondientes perfiles geopolíticos en la obra de Uslar24. También lo hace Victor Guédez, por ejemplo, cuando afirma: El carácter reflexivo y el espíritu erudito, así como el olfato bien sintonizado y la visión prospectiva, siempre han asegurado la presencia de ideas y proposiciones educativas importantes en cada uno de los artículos de Arturo Uslar Pietri.

Muchas son las expresiones, los aforismos y las citas que podrían transcribirse (…). Por razones de una fuerte vigencia queremos evocar sólo aquella célebre expresión Sembrar el petróleo. Bajo este título, él publicó dos artículos: el primero fue un editorial del diario Ahora, el 14 de julio de 1936, y el segundo en El Nacional, el 1° de julio de 1951”.

Importa destacar que en todas las instancias de su más que prolífica vida, en las diversas etapas de su frondosa producción, en todos sus abordajes a los múltiples aspectos de nuestra cultura, aquellos que habrían de preocuparlo en forma sostenida a lo largo del tiempo, estas revisiones críticas no fueron leídas ni percibidas como pasatistas construcciones discursivas ni como un superficial e inocuo objeto de consumo o de mero entretenimiento. Sus agudas meditaciones, por el contrario, llegaban a su público, tanto a sus lectores como a sus televidentes, diseñadas al modo de hondas reflexiones respecto del ser latinoamericano a las que se sumaba una búsqueda permanente del deber ser del hombre de nuestros tiempos y, consecuentemente, de la pregunta sostenida y acuciante por nuestra identidad cultural, aspecto caracterizador de toda su producción. En busca de nuestra identidad La inquietante interpelación o demanda acerca de ¿quiénes somos?, ¿Qué nos caracteriza y qué nos distingue de los demás?, ¿Cuáles son esos rasgos que nos identifican al propio tiempo como únicos y diversos?, será también para Uslar una preocupación constante, un sostenido interrogante, un certero pronunciamiento, una inquietud sostenida en el tiempo, una indagación acerca de las propias raíces, que se hará presente a lo largo de toda su obra y en los diversos géneros por los que el maestro transitaría, siempre con holgura, con manifiesto interés, con sobrado conocimiento, con solvencia intelectual y con sostenida profundidad.

Cuando el colombiano Germán Arciniegas, en correspondencia con el pensamiento de Uslar, se cuestiona acerca de estos aspectos diversos que se conjuran para buscar esa idea del ser latinoamericano, habrá de referirse de este modo a esos rasgos que nos identifican como tales: En cierto modo, somos, de todos los mundos, el más difícil y complejo.

Cuando en el campo de las letras aparece un ensayista que le encuentra un nuevo sesgo al problema que nos domina —el de saber qué somos y hacia dónde vamos— le llamamos maestro. Es la única ocasión en que a esta palabra le damos un entorno de respeto, casi de veneración”.

En un importante estudio referido a los Pizarrones (como llama el propio Uslar a estos singulares ensayos), el profesor Francisco Barbadillo desgrana el análisis y comentario de numerosos escritos de la más diversa índole para sus alumnos del Departamento de Lengua y Literatura de la Universidad Simón Bolívar, en una lectura francamente amplia y enriquecedora de los escritos del maestro.

Fruto de estos estudios es la destacada obra que Barbadillo titula Los artículos de Pizarrón, de lectura imprescindible para quien quiera ocuparse de estos escritos del maestro.

Por su parte los Pizarrones contribuyen significativamente a ampliar el horizonte cultural del maestro venezolano y son piezas de lectura más que necesarias para entender sus vastísimas preocupaciones intelectuales. Su formato más breve le posibilita saltar con una generosa libertad a los más diversos aspectos de nuestros intereses culturales, económicos, históricos, sociales.

En el ensayo, por ejemplo, de “La hayaca, como manual de historia”, se disfrutaba del proceso y naturaleza del mestizaje hispanoamericano a través de los ingredientes culinarios del plato histórico navideño; esta exposición analógica de los alimentos y los hechos históricos resultaba una grata manera de aprender historia.

En otro ensayo, “La florida picardía”, se reflexionaba acerca del antivalor de herencia hispánica que es también llamado “mal de la viveza”, aún de fuerte arraigo. “Los desheredados de la civilización” es una atrevida defensa del arte barroco hispano-americano ignorado, o no tomado en cuenta por un profesor inglés en su libro y en su programa televisivo de la Civilización Occidental.

En “La verdad de la historia”, de 1952, por ejemplo, se encargará de fundamentar su mirada acerca de la historia, aspecto que nos interesa de un modo especial.

En respuesta a lo que puede leerse como una oposición de criterios con Miguel Acosta Saignes a propósito de “Guaicaipuro”, un artículo de Uslar que versa sobre el cacique de los Teques, donde afirma que “El país que se llama Venezuela, y cuya fisonomía comenzó a formarse a partir del siglo XVI, tuvo necesidad para nacer de la derrota de Guaicaipuro.

Si pudiéramos — agrega Uslar— concebir con la imaginación una victoria duradera y definitiva de los indios sobre los españoles, nunca hubiera existido la América Hispana a la que pertenecemos, ni se hubiera creado el complejo cultural que la caracteriza”.

No cabe la menor duda acerca de la actitud claramente polémica de estas afirmaciones de Uslar Pietri, las cuales se corresponden con una mirada muy particular del enfrentamiento de las dos grandes culturas, encuentro que nuestro pensador entiende como un complejo proceso de mestizaje tanto racial como cultural. En muchas de sus obras el eje semántico más destacado de la observación y de la reflexión es América, con toda la grandiosidad y la magnificencia del territorio recién descubierto.

Es desde la mirada asombrada del recién llegado, del extranjero, del extraño que contempla por primera vez la vastedad del paisaje americano y descubre lo inconmensurable, que se construye esta idea del nuevo orbe: América fue, en casi todos los aspectos, un hecho nuevo para los europeos que la descubrieron. No se parecía a nada de lo que conocían. Todo estaba fuera de la proporción en que se había desarrollado históricamente la vida del hombre occidental. (...).

Los ruiseñores que oía Colón no eran ruiseñores. No hallaban nombres apropiados para los árboles. Lo que más espontáneamente les recordaba era el paisaje fabuloso de los libros de caballerías. Era, en realidad, otro orbe, un nuevo mundo.

Con gran profundidad de reflexión y espíritu conciliador señalará que, de algún modo, “la historia de las civilizaciones es la historia de los encuentros”.

Y de ellos nacen los cambios, los avances creadores, las nuevas propuestas de las cuales ha surgido el proceso histórico de todas las civilizaciones.

Desde la mirada ampliamente positiva del venezolano cuando observa el encuentro de las culturas surge el mestizaje, el primero de ellos es aquel que podemos llamar cultural.

Y América es precisamente eso, un complejo entrecruzamiento de culturas y civilizaciones, de razas y de sangres, de lenguas, de religiones.

Es también el encuentro de lo nuevo con lo viejo, de lo conocido con lo exótico.

Dirá al respecto el maestro: Lo que vino a realizarse en América, no fue ni la permanencia del mundo indígena, ni la prolongación de Europa. Lo que ocurrió fue otra cosa y por eso fue Nuevo Mundo desde el comienzo.

El mestizaje comenzó de inmediato por el lenguaje, por la cocina, por las costumbres. Entraron las nuevas palabras, los nuevos alimentos, los nuevos usos.

Desde la particular formulación discursiva de neto corte ensayístico que caracteriza un significativo corpus de la prosa de Uslar, América ocupa, sin lugar a dudas el eje central del discurso.

El metatexto cultural que caracteriza a estos relevantes escritos es el lugar de América en el concierto del mundo, tanto desde sus configuraciones más actuales hasta los tiempos en que se formalizaba y consolidaba eso nuevo y diferente que se llamó el Nuevo Mundo.

Una de las características sustantivas del género es la que alude a su hibridez, marcada por la diversidad de formas discursivas y, además, por los diversos ángulos desde los cuales es posible abarcar una amplísima y casi ilimitada gama temática.

Amplitud, pluralidad y diversidad semántica, constituyen por tanto rasgos claramente diferenciales de esta particular formulación. Por sus características, estas formalizaciones a las que llamamos ensayos admiten tanto su adscripción a esquemas breves de representación o microsecuencias, como a obras de más largo aliento que, más allá de la eventual extensión, mantienen su naturaleza discursiva al someterse en todos los casos a una formulación narrativa debido a su fuerte y sostenido carácter de naturaleza argumentativa, que se sostienen alrededor de tópicos que les proveen un orden semántico unificador.

En su producción encontramos los dos tipos de escrituras ensayísticas, esas de configuración más apretada y aquellas otras que se estructuran como obras de mayor aliento.

En Latinoamérica, la discusión y el debate de las ideas en esta gran nación en formación que buscaba trazar los lineamientos de la propia identidad, de lo diferente ante lo uniforme, formalizaba esa búsqueda en los cauces del ensayo como la forma más adecuada para manifestarla. Lo que la ficción por su propia naturaleza no podía concederle, cabía de modo magistral dentro de los márgenes de estos parlamentos narrativos que se prestaban para un amplio desarrollo de tipo argumentativo, pero también para el debate de las ideas, núcleo germinal de los grandes problemas que se desprendían de los avatares propios de los tiempos vividos y de las búsquedas incesantes con que Latinoamérica, desde todos los ángulos posibles, buscó a lo largo del tiempo establecer las marcas de una conciencia de lo diferente.

Resulta importante considerar que la producción escritural de Uslar presenta esa rara configuración si tenemos en cuenta que con frecuencia la temática de sus ensayos se desliza en su producción narrativa al tiempo que los temas de sus obras de ficción suelen guardar relación con las preocupaciones vertidas reiteradamente en sus ensayos. El entrecruzamiento de ideas desde lo ficcional a lo argumentativo y viceversa es una característica siempre presente en la obra del venezolano.

Al propio tiempo el lector puede percibir de qué modo esa unidad de pensamiento que atraviesa toda su obra tiene que ver con ese aspecto que hemos reiteradamente señalado, esto es, su preocupación por América.

El último artículo publicado, el que marcaba el cierre de su ya legendaria columna en el diario El Nacional, se tituló “Una larga jornada” y apareció el 4 de enero de 1998. Tenía Uslar por entonces noventa y un años y su producción se mantuvo durante setenta y ocho. Con estas sentidas palabras se despedía de sus lectores: Por muy largos años he mantenido esta columna, con un claro sentido de propuesta y de obligación, hasta llegar a formar parte importante de mi existencia. La interrumpo hoy porque he entrado, inevitablemente, en esa dura etapa de la vida, que es el repliegue.

A modo de conclusión:

Recordar la figura de Arturo Uslar Pietri, con la intención de resaltar los perfiles de una sólida y erudita personalidad, es uno de los objetivos propuestos en este ensayo que pretende conmemorar los cien años de su nacimiento y, con ello, revisar su producción intelectual con la intención de ofrecer a los estudiosos de la cultura hispanoamericana, la oportunidad de rescatar las diversas formas de pensamiento de uno de sus más eminentes modelos. Al propio tiempo, abre para nosotros la posibilidad de ensayar una nueva valoración de su obra multifacética. Estas hondas reflexiones cumplieron con el imperativo de llegar a sus lectores del periódico o de reunir a su gente ávida de cultura, junto al televisor, en el caso de Valores Humanos, con el propósito de leer o de escuchar historias. Y a partir de allí, dueña de un poder comunicativo excepcional, la voz cálida de Uslar implementaba y desbordaba desde los medios de comunicación aspectos variados de nuestro acervo cultural, al tiempo que actuaba como elemento difusor natural del patrimonio artístico, político y sapiencial de los pueblos latinoamericanos. La voz del escritor saltaba alternativamente, con solvencia y oficio, con sólidos conocimientos acerca de los temas abordados, a las más diversas temáticas de nuestra civilización. La intención que nos mueve en estas reflexiones de reconocimiento a su excelsa dimensión intelectual es ordenar y destacar determinados aspectos —aquellos que le confieren un sólido andamiaje a toda su labor tanto intelectual como política—, esa que le permitió combinar el razonamiento, una sólida argumentación, la ficción, la creación intelectual y la praxis en sus diversos aspectos. Esto deberá permitirnos, además, extraer de sus pensamientos y de sus observaciones, siempre agudas, siempre certeras, siempre profundas, aquellos aspectos sustantivos que nos distinguen desde nuestra mismidad, de eso que nos conforma como naciones independientes, esa idea de la América Hispánica que buscó rescatar en sus escritos, y de este modo permitir y hacer posible que entronquen nuestros diversos espacios culturales en marcos más amplios y abarcadores.

Para finalizar nos interesa destacar su aguda y sostenida percepción para vislumbrar la enorme significación y el poder que de suyo habrían de tener los medios de comunicación en las sociedades modernas, y con ello, para interpretar el peligro que este hecho entrañaba como estrategias de manipulación de sus receptores. Y fue sobre todo en las inolvidables disertaciones de Valores Humanos y en los agudísimos textos de Pizarrón donde Uslar volcaría su extraordinaria comprensión del mundo y las percepciones de su Venezuela natal, fruto indiscutido de su pluma y de sus desvelos, donde nuestro autor habría de manifestarse como un agudo intérprete del complejo tiempo histórico que le tocó vivir.



CILHA - a. 8 n. 9 - 2007 - Mendoza (Argentina) ISSN 1515-6125 63



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